sábado, 14 de octubre de 2017

La Mujer Nueva. Texto de Susana Carro Fernández, para la exposición:100 años de la Revolución de Octubre. Visiones desde el arte actual.




LA MUJER NUEVA 

Susana Carro Fernández, Doctora en filosofía.


En unas pocas generaciones la Rusia de finales del siglo XIX recorrió el paso de la experiencia zarista a la conmoción bolchevique conquistando esperanzas y cosechando frustraciones. En este periodo combustible y trémulo la literatura rusa se convirtió en espejo de la comunidad y de los sujetos que la conformaban, a veces brutales, a veces piadosos, pero siempre lúcidos bajo la pluma de Biely, Bulgákov, Babel o Maiakovski. Entre la nómina de autores no suelen citarse escritoras pero conocemos sus retratos, las fotografías muestran que eran mujeres muy reales y esas imágenes las desalojan del limbo en el que habían vivido sus antepasadas. 


De entre todas esas imágenes las de Alexandra Mijáilovna Domontovich. Disponemos de instantáneas de su infancia y primera juventud, el entonces lujo del retrato era algo al alcance del matrimonio formado por Mikhail Alekseevich y Alexandra Androvna. El general del ejército imperial ruso y la hija del rico comerciante de maderas finés disponían de una finca donde pasar el verano alejados de la capital imperial del zar, San Petersburgo. Y es allí, en Karelia, donde la joven Alexandra fue fotografiada con un libro entre sus manos; el hermoso recodo de un jardín como lugar buscado para una instantánea que nos habla de sus hábitos estivales. En aquella Rusia decimonónica en la que sólo una de cada trescientas muchachas tenía acceso a la educación media1, Alexandra dispuso de un instructor particular y estudió literatura con Victor Ostrogorskii. Entre sus lecturas estivales podemos adivinar a Dostoievski y Tolstoi pero también a Gorki o Chéjov ya entonces reconocido como un joven y brillante escritor. Las páginas de Historias del difunto Iván Petróvich Belkin, Un héroe de nuestro tiempo Almas muertas, , Padres e hijos, Los demonios, Guerra y paz y Tío Vania, hablaron a Alexandra sobre Belkin, Pechorin, Chíchikov, Basarov, Stavrogin, Bolkonski, Serebriakov, personajes que, probablemente, la conmocionaron e interrogaron al igual que nos conmocionan e interrogan aún a día de hoy. Pero ¿y las heroínas? Cuando en 1918 escriba La nueva moral y la clase obrera, Alexandra responderá del modo siguiente: 


«La literatura, a la par que se perfeccionaba, que se desarrollaba, que buscaba nuevas obstinadamente nuevas criaturas erradas, abandonadas, dolorosas, esposas ávidas de venganza, seductoras alimañas, naturalezas incomprendidas y abúlicas, puras, incoloras, atractivas muchachitas»2 


A juicio de Kollontai sólo Turgueniev en su poema en prosa dedicado a la muchacha rusa, «se inclina ante la emocionante silueta de quien se ha atrevido a franquear el umbral de lo sagrado». En el resto de la literatura se repiten los estereotipos de la feminidad en cinco versiones distintas que Kollontai clasificará así: las encantadoras y puras jovencitas que suelen contraer matrimonio al final de la novela, las esposas resignadas, las casadas adulteras, las solteronas y las “sacerdotisas del amor” o prostitutas3. Las cinco versiones, aparentemente dispares, no son mas que distintas lecturas de un principio común: la mujer queda definida socialmente por su relación social o sentimental con el varón. Podemos aventurar cómo la joven Alexandra empieza a captar que arte y literatura son los medios en los que la cultura se representa y expresa a sí misma, incluyendo en esa representación los prejuicios que la hacen ciega a la mujer nueva. Los mayores talentos del siglo XIX, afirmará la autora, «no sintieron la necesidad de sustituir la atractiva gracia de sus heroínas por las características que anunciaban a la mujer nueva en formación»4 


Desde luego esa mujer nueva en formación ya existía en Alexandra cuando en 1895 y en contra de los deseos de sus padres, se casó con su primo Vladimir Ludvigovich Kollontai, oficial del ejército. El patronímico del esposo acompañará a Alexandra de por vida pero sus vínculos matrimoniales quedarán disueltos tras el nacimiento de su hijo Mikhail. A los 26 años Alexandra, ya Kollontai, dejará atrás su vida matrimonial y su hijo para estudiar economía política en Zurich. Había leído a Marx y Lenin, se familiarizó con las ideas de Karl Kautsky y Rosa Luxemburg, vivió la masacre del Domingo Sangriento en San Petersburgo, padeció el exilio y viajó por Europa dando conferencias, se unió a los bolcheviques, fue asistente de Lenin, regresó a San Petersburgo y sufrió arresto junto con Lev Trotsky; aún permanecía prisionera cuando se convirtió en la primera mujer elegida como miembro del Comité Central del partido Bolchevique. «La mujer nueva está aquí, existe», utilizamos la voz de Kollontai para señalarla a ella, pero Kollontai no se autonombra sino que apela a «la obrera, la científica, la modesta oficinista y la artista brillante». Ya la conocéis, añadirá Kollontai, estáis acostumbrados a encontrarla a todos los niveles de la escala social. 


La mujer nueva será en parte consecuencia de la evolución de las relaciones de producción y de la incorporación de su fuerza de trabajo al trabajo asalariado. Pero a esta condición, ha de añadirse la conquista de la socialización del trabajo doméstico, la nueva concepción de la maternidad de las mujeres trabajadoras y la revolución de la vida cotidiana y de las costumbres a través del cambio en la ideología del amor. Ciento siete años después de que Alexandra Kollontai escribiera Los fundamentos sociales de la cuestión femenina estos tres últimos propósitos siguen siendo, en el mejor de los casos, propósitos pero aún no realidades. Si bien es cierto que la independencia material de las mujeres a través del acceso al mercado laboral ha sido tónica generalizada en la bonanza económica del siglo XXI occidental, la dependencia emocional y sentimental continúa alentando los sentimientos atávicos de los celos, el abandono, la soledad (porque nuestra sociedad dice de una mujer sin pareja que “está sola”), el sacrificio y la entrega en pos de quienes conforman nuestro universo emocional. Sospechaba Kollontai que la ideología del capitalismo industrial se conjugaba bien con aquel imperio emocional y utilizaba en beneficio del mismo otros aspectos del amor romántico como el individualismo, la privacidad, la familia nuclear, la separación de las esferas según el género... A pesar de la lucha de la bolchevique, es la ideología del capital la que ha perdurado y lo ha hecho acompañada del código simbólico del amor romántico dando una vuelta de tuerca mas: la experiencia romántica se transfigura en prácticas económicas como la romantización de los bienes de consumo o la mercantilización del romance. Prácticamente imposible escapar al universo simbólico del romanticismo que, a juicio de la socióloga Eva Illouz5, sigue determinando conductas que hacen difícil conciliar el amor con la mujer nueva. 


Mirad en torno vuestro, dirá Alexandra ya en su madurez, «observad, meditad y os convenceréis: la mujer nueva está aquí, existe». Y para demostrarlo la relata en La bolchevique enamorada, una novela de propaganda comunista, sin pretensiones de estilo, austera en recursos... Pero, a pesar de su mediocridad formal, las andanzas de Vassilissa, alter ego de Alexandra Kollontai, en pos de la mujer nueva mantienen alerta hasta el final. Tras cerrar la novela busco a esa mujer pero encuentro, sobre todo, enamoradas postmodernas de clase media que enfrentan en sí mismas la ironía postfreudiana y el escepticismo postmarxista con sus conductas románticas. El permanente conflicto interior de muchas mujeres para conciliar amor e identidad sigue presente en nuestros días y la literatura lo expresa a través de cientos de personajes femeninos. Por citar solo uno, Alice, la protagonista de La buena terrorista de Doris Lessing. Entre Vassilissa y Alice miles de páginas escritas y cientos de hechos vividos pero una idea de amor pendiente de revisar, tal vez las tardes estivales sean un buen momento para leer y asimilar que aplazar la construcción de la mujer nueva significa aplazar una sociedad mejor. 


1 FUNES , Bárbara: Historias de Mujeres que hicieron Historia en Luchadoras. Buenos Aires, Ediciones del IPS, 2006.
2 KOLLONTAI, Alexandra: La nueva moral y la clase obrera en Marxismo y revolución sexual Madrid, Castellote, 1976. 3 KOLLONTAI, Alexandra: Las bases sociales de la cuestión femenina en La nueva moral y la clase obrera en Marxismo y revolución sexual Madrid, Castellote, 1976. 4 KOLLONTAI, Alexandra: La mujer nueva y la moral sexual Madrid, Ayuso, 1977,. 
5 ILLOUZ, Eva: El consumo de la utopía romántica. Barcelona, 2003, Katz editores. 



Emilio Gallego

Texto para el catálogo de la exposición:

100 años de la Revolución de Octubre. Visiones desde el arte actual.
Octubre Centre de Cultura Contemporània.
( C/ San Ferran, 12. Valencia)
Del 13 de octubre al 8 de noviembre de 2017.

Democracia, Emilio Gallego, Carlos García-Alix, Núria Güel, Diana Larrea, Arturo Marián Llanos, Levi Orta, Natalia Pastor, Raquel Puerta, Rafael Tormo i Cuenca

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