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sábado, 30 de mayo de 2020

ENTENDER MI PANTALÓN Y DE PASO EL TIEMPO QUE NOS TOCA VIVIR. EMILIO GALLEGO.

Hot Spot. Mona Hatoum. Foto Emilio Gallego.
ENTENDER MI PANTALÓN Y DE PASO EL TIEMPO QUE NOS TOCA VIVIR

A pesar de estar trabajando en varios frentes desde mi posición de representación de algunos colectivos de artistas, compartiendo trinchera junto a un buen grupo de buenas personas, a las que nos une el interés por el bien común, me gustaría reflexionar en este momento sobre el extraño tiempo que nos está tocando vivir desde la óptica de simple ciudadano. La preeminencia de los intereses y el bienestar de las persona que están demostrando casi todos los gobiernos del mundo, frente a la crisis del COVID-19 y qué pone los estados sociales y los servicios públicos por encima de cualquier consideración, es un hecho histórico que me parece que hay que celebrar y poner en primer plano fijándolo a fuego en nuestra memoria. 

Esta crisis se está resolviendo, por un lado por una puesta a disposición de las personas de toda la potencia del aparato del estado y por otro con un gran despertar de la conciencia ciudadana. Una conciencia solidaria que de repente y después de tanto individualismo, consumismo absurdo y egoísta que nos inundaba hasta hace bien poco, nos ha hecho caer en la cuenta de que la comunidad lo es todo. Desde bien pequeños, explico a mis hijos como todo nuestro bienestar hay que entenderlo y agradecerlo al esfuerzo colectivo, ya no sobre cuestiones tan evidentes como la sanidad o la educación pública. También por poner un ejemplo sencillo, el pantalón que llevo puesto. Este no existiría sin una cadena de solidaridad que empieza por las/os trabajadores que obtienen la materia prima, que lo confeccionan, las/os transportistas que lo llevan a un lugar donde poder adquirirlo, el/la comerciante que lo vende, fabricantes de la lavadora con que lo lavamos y así con todo.

Curiosamente un virus ha puesto en solfa al neoliberalismo capitalista, rompiendo en mil pedazos esa lógica que rezaba que el dinero es lo primero. Ahora cualquiera que use su cerebro para entender el tiempo que estamos viviendo, verá que sin una comunidad consciente y solidaria nos las veríamos muy mal. Nos enfrentaríamos a la enfermedad y la muerte sin ningún posibilidad de sobrevivir. No quiero olvidar que todos los trabajos y trabajadores que nuestra sociedad valora poco o nada, nos han salvado la vida literalmente. Desde los sanitarios, que no son solo los médicos, que gozan de una posición un poco mejor, también las personas que limpian los hospitales, la que conducen las ambulancias, las administrativas, las auxiliares de clínica, la enfermería, etc, han demostrado ser imprescindibles. Ellas si que se están jugado la vida y la verdad, me cuesta pensar que quien eligió o se vio conminado a trabajar en esos puestos en la sanidad pública, pensara que iba a correr semejante riesgo, supongo que nadie pensaría que trabajando en un hospital iba a poner en peligro su vida. Mucha gente estaría conmigo si afirmo qué hoy por hoy, es más necesaria la OMS que la OTAN, una sanidad fuerte y capaz, que el ejercito, sin embargo, el trato no es que sea desigual, es que no puede compararse. Algo que corregir. 

Los ojos de la bestia, pequeña instalación. © Emilio Gallego, 2020.
Como decía, sin agricultoras/es, jornaleras/os, repartidoras/es, cajeras/os, basureras/os, mensajeras/os, transportistas, reponedoras/es de supermercados, trabajadoras/es de la administración que gestionan ERTES o prestaciones de desempleo…y así podríamos seguir enumerando una larga cadena de personas imprescindibles, sin ellas y ellos no podemos pasar y sin embargo, no tienen la consideración social de la que gozan ejecutivos de grandes empresas, bancos, corporaciones u otros. Seguro que algunos no se habían tomado la molestia de pensar en esto, pero el tiempo que estamos viviendo nos lo pone imperiosamente frente a nuestra mirada. Algo que corregir.

Quiero hacer desde lo anterior, una encendida defensa de lo público, estoy convencido de que no podemos dar un paso atrás, nos la jugamos. Recordemos que la sanidad hasta hace poco, era ese objeto de deseo de las corporaciones privadas que la considera un simple nicho de negocio, que en un pasado muy reciente ha contado con la connivencia de algunos gobiernos, que recortando la sanidad pública y deteriorando sus servicios, creaban el caldo de cultivo que necesitaba ese capital privado para medrar. A costa del bien común sin duda como hemos podido comprobar. Algo para corregir.

Hay quien afirma que olvidaremos rápidamente las lecciones que nos ha impuesto esta crisis. No dudo que habrá un sector de la población que lo hará, igual que hay sectores que se dedican a la marrullería política, acusando al gobierno de la pandemia, usando la crisis para escalar en la tenebrosa escalera del poder, en vez de ponerse a trabajar en lo común. Pero no, no creo que en general esto vaya a suceder, no lo vamos a olvidar y creo que hay suficiente inteligencia y compromiso en nuestra sociedad como para forzar a esa imprescindible reflexión que nos hará cambiar de rumbo en tantas cosas. El medio ambiente, el bienestar social, lo público…tantos aspectos que tenemos la absoluta obligación de replantearnos, por qué si no entendemos el tiempo que nos ha tocado vivir  y obramos de cualquier otro modo, se repetirán las crisis. Esa grave inconsciencia nos estaría poniendo en riesgo vital, ya no solo a nosotros mismos, a nuestras hijas e hijos y a generaciones futuras. Absolutamente imperdonable si sucediera. Algo que corregir.


Valla en el acceso al Hospital Comarcal de Requena. Foto Emilio Gallego

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#salvalopúlico #sanitariosnecesarios #COVID-19 #reflexión 


miércoles, 10 de julio de 2013

Micro-instalaciones en el IVAM el 9 de julio de 2013.


"Equilibrios en el IVAM. 9 de julio de 2013"
Emilio Gallego


No lo llevaba programado, simplemente se me ocurrió en una visita que realicé el pasado martes, 9 de julio, al Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM). En un momento de incomodidad por lo que estaba viendo, palpé en mi bolsillo y ahí estaban, tres pequeñas piedras recogidas en las playas de Cabo de Gata, de donde acabo de regresar. Siempre me han gustado especialmente las piedras de Almería. 





A ratos se me caían y para lo pequeñas que son, hacían bastante ruido. Me hacía cruces para no tener que encararme con los vigilantes. Recordaba su propio entorno maravilloso, lleno de sol y aire, se me hacían mas pequeñas entre los dedos.

Creo que llegaron a tener momentos de gloria. Especialmente cuando, en un par de ocasiones, se quedaron las tres en vertical, una encima de otra. Hay que tener en cuenta que por propia naturaleza, las piedras están mejor en horizontal. Vale, esos momentos fueron muy pequeños, ¿y qué?, no todo va a ser grande, como el desprecio por la cultura en este país, o la corrupción, o el paro, o la desigualdad, o... 






Sentirme libre, utilizar el espacio público para esta pequeña broma que no es tan de broma. Mientras jugaba con las piedras, tan ajenas a este lugar, con toda el respeto y la fascinación que me producen para no se bien qué, me preguntaba, ¿es posible el equilibrio?, ¿qué equilibrio?. 

Créanme que soy el primero que lo siente, no esta ínfima apropiación de espacio, no, lo otro.